miércoles, 28 de marzo de 2012

Después de tanto dolor ya nada duele.


Deja de hacer eso que tan bien se te da, deja de hacerlo porque me estoy quedando inerte, ya que, sabes que estás roto cuando ya no sientes dolor. Cuando nada te hiere ni te hace sufrir. Es como una anestesia. Una especie de calmante para corazones destrozados. Las lágrimas no amargan. No sientes cómo se resquebraja cada esquina de tu cuerpo. No notas nada. Podrán golpearte cien mil veces y no sentirás un solo roce. Pero antes de eso está lo malo. Cuando te estás rompiendo. Cuando tu corazón se hace añicos y tu entereza se derrumba. Cuando tus murallas se transforman en polvo y el escudo se funde. Mientras te retuercen la piel haciéndola tiras y te golpean una y otra y otra vez. Te llenan el cuerpo de cardenales y el alma de pena. Las lágrimas te queman y los latidos convierten tus costillas en un amasijo deforme de huesos. Mientras te rompes, el cerebro bombea pensamientos negativos. Todo es negro y sólo esperas, suplicas, que llegue el momento de romperte del todo. Porque, cuando estás roto, roto de verdad, ya no sientes nada.

MissNothing.