No estoy orgulloso
de lo que he hecho esta noche. Pero no soy yo, no soy Aiden de la Vega, soy un
ser distinto, algo en lo que no quería convertirme. Esa chica no tenía la culpa
de nada, no tenía la culpa de lo que me pasa, pero sin embargo ella ha pagado
por algo que no ha comprado, que no ha elegido. Esa chica tendría familia,
amigos, una vida, y yo la he destrozado. Al igual que han destrozado la mía, no
olvidaré lo poco que recuerdo de la noche en la que aquellas mujeres me “transformaron”,
me convirtieron en el monstruo que soy. Yo estaba veraneando en el pueblo de
mis abuelos, un pequeño pueblo de Asturias, con un acantilado a las afueras al
que se llegaba a través de un pequeño sendero. Yo había ido al acantilado para
hacer fotos del atardecer, pero se me echó la noche encima porque nunca había
visto una luna así. Cuando me disponía a marchar, unas figuras surgieron de
entre la penumbra del sendero, parecían tres mujeres, esbeltas, y con largas
melenas, una de ellas la llevaba ondulada, la del medio muy rizada, con un rizo
muy seductor, y la de la derecha del todo lisa. Venían hacia mí, pensaba que se habían
perdido, aunque corsés muy ceñidos y unas faldas hasta los tobillos no son la
mejor forma de andar por un sendero. Sucedió muy rápido, una de ellas se
abalanzó sobre mi cuello, fue mi rápido solo recuerdo unas escasas palabras de
aquella noche “Ven con nosotras, y te haremos más feliz que al propio Dios en
su paraíso. Sobrevivirás a la enfermedad, y a la muerte, no podrán tocarte,
serás…inmortal”. Eso es todo lo que recuerdo de aquella fatídica noche, no sé cómo
llega a casa, ni porque llevaba la camisa manchada de sangre, ni cómo aquella
marca había llegado a mi cuello. Desde aquella noche un montón de pensamientos
se han repetido constantemente en mi cabeza “¿Por qué no viene alguien a
salvarme, y hacer que todo esto termine?”, “Lo siento dentro de mí, justo
debajo de mi piel, me siento como un monstruo”, “Odio en lo que me he
convertido, pero la pesadilla no ha terminado, sólo acaba de empezar”. Pero lo
peor era que la saciedad solo me duraba unos días, y no podía estar con esa
chica a la que tanto amaba, un día, se hartó de siempre tener que dejarlo todo
para verme cada dos días, y poco tiempo, porque su olor era muy apetecible para
mí y se lo confesé todo.
-
Mi cara
oculta, la que nunca te he enseñado. Intento mantenerla encerrada, pero no
puedo controlarla. Te quiero demasiado para pedirte que te quedes conmigo, por
favor, mantente lejos, la bestia es muy fea.
-
No te
entiendo, Aiden. ¿A qué te refieres?
-
Está
oculto en mi cuerpo, en mi cabeza. Se ha llevado mi alma, y ha invadido mi
cuerpo. Te aseguro que si lo supieras, no estarías aquí, tendrías miedo.
Justo después de
contárselo, salí de su casa, vagabundeaba por las calles, hasta que encontré a
la chica, pobre chica, estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
Mi garganta ardía de sed, necesitaba calmarla. Lo sentía mucho por ella, pero
mi monstruo interior no me dejaba opción. El monstruo estaba acabando conmigo,
me había quitado lo que más amaba, jamás un ente nocturno podría sentir lo que
yo la amaba, y estoy seguro de que nadie entendería por qué la mantenía con vida.
Ellos no saben lo que es el amor, no sabe que es la razón de ser de los
humanos, yo ya no lo era, pero lo ansiaba, y aún recordaba lo que se sentía,
algo mágico pero dulce, no tenebroso como este mundo cruel al que he entrado.
FIN
MissIgnorance
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